lunes, 3 de octubre de 2016

Miedo.

Tengo miedo a morir.
O quizá no.
Quizá solo tengo miedo a abandonar esta vida,
malsana, pero es la única que conozco.
Tengo miedo a estar solo,
pero también a tener compañía.
Tengo miedo a vivir la vida,
tanto como a que se acabe.
Vivo en una cárcel.
Pero vivo. Pienso. Aún funciona esta cabeza.

Tengo miedo. Mi cárcel
es un sótano húmedo,
de paredes lejanas que parecen no llegar.
Lo he recorrido miles de veces y no se cuán grande es.
Mi sótano es... mi propia mente.
Vivo encerrado y enterrado,
enterrado en mi indiferencia,
en mi apatía agónica.

Y no se si me da miedo perderla
porque es mi método de defensa,
o es que verdaderamente
la muerte ronda cerca.

Lloro como un crío.
Tiemblo bajo las sábanas.
En esta cárcel, tengo miedo de ver la luz,
porque no se si es salvación,
o es fuego que arde,
y viene a consumirme.

Debería distraerme.
Respirar tranquilo.
Pero no puedo.
Tengo miedo y siento frío.
He fracasado y estoy vacío.
Y ese vacío, esa negrura...
se la va a comer la muerte, que ya viene a buscarme.
¿Me he portado mal, y he rectificado tarde?

Necesito a alguien.
Que me defienda, que soy vulnerable.
La muerte viene a buscarme.